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De lo individual a lo comuintario. Experiencias de trabajo participativo en vivivienda social

Pensar la vivienda como una problemática factible de ser abordada a nivel comunitario implica trabajar sobre los vínculos y los lazos sociales.

En este análisis nos interesa abordar particularmente tres experiencias concretas de ejecución de distintos Programas de mejoramiento o acceso a vivienda nueva y cómo las formas de intervención comunitaria son un desafío posible de encarar.

Thinking about housing as a feasible problem to be addressed at the community level involves working on the links and social ties. In this analysis, we are particularly interested in addressing three concrete experiences in the execution of different programs for improving or accessing new housing and how community intervention is a possible challenge to face.

Introducción

Analizando la ejecución de los Programas, se pondrá énfasis en las estrategias planificadas que incorporan la perspectiva comunitaria. Se identificarán distintos niveles de participación y la incidencia en la comunidad.

La integración social no se logra únicamente mediante la asignación de recursos. Es necesario el fortalecimiento de los lazos sociales. En este sentido, creemos, que el análisis de estas experiencias puede aportar una herramienta útil para pensar Políticas de Vivienda que promuevan procesos participativos y de incidencia en los lazos comunitarios; un proceso necesario si concebimos a la comunidad como agente de cambio social.

Creemos a su vez que, muy por el contrario de un pensamiento neoliberal tendiente a depositar las responsabilidades en la esfera privada, estos procesos participativos implican una estrategia de diagnóstico, planificación ejecución y evaluación con una fuerte presencia del Estado en cantidad y también en calidad de las propuestas.

El problema de la vivienda en nuestro país

Dentro de la problemática de la pobreza en Argentina, la cuestión de la vivienda es crítica. El déficit habitacional tiene dos ejes fundamentales: la falta de vivienda de gran parte de la población del país (déficit cuantitativo) y la enorme cantidad de  viviendas en condiciones deficitarias (déficit cualitativo).

Según la Dirección de Políticas Habitacionales del Instituto de Vivienda de la Provincia de Buenos Aires, la provincia contaba en el año 2007 con una población total de 14.917.940, y la densidad habitacional era de 48,5 habitantes por kilometro2. En ese contexto el déficit habitacional total era de 1.028.093 viviendas, dividiéndose en déficit cuantitativo de 263.671 unidades habitacionales y de 764.422 viviendas recuperables o en hogares con hacinamiento por cuarto (déficit cualitativo).

Para mas detalle, es interesante analizar estos mismos datos en la Región 7 de la provincia (1), que es territorio que en particular analizaremos en este trabajo. La misma tiene una densidad habitacional mucho mayor que el promedio provincial: 1739,1 hab/km2.

El déficit de vivienda total en esta región representa el 76% de la totalidad del déficit de la provincia. El déficit cuantitativo es de 197.201 viviendas y hay 594.379 viviendas en estado recuperable (déficit total: 791.580 unidades habitacionales).

En este marco, las familias realizan estrategias progresivas de mejoramiento de sus condiciones de vivienda, pero estos avances individuales se desarrollan en muchos casos muy por detrás de la necesidad.

Como consecuencia miles de familias viven en condiciones de extrema precariedad en viviendas que no cumplen con las condiciones mínimas de habitabilidad, con situación de hacinamiento, compartiendo la vivienda con otras familias o pagando alquileres altos y con condiciones difíciles de asumir (garantías, adelantos).

 La vivienda, el hábitat y la comunidad

“Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud, el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios…”. (2)

La vivienda debe constituir una prioridad en la atención del problema de la pobreza. Sin vivienda digna no es posible preservar niveles aceptables en materia sanitaria y educacional y, por lo tanto, evitar el empobrecimiento de las comunidades. Sin vivienda digna en un hábitat saneado no es posible esperar seguridad e integración social.

La vivienda es una manifestación de identidad de quienes la habitan, y por ello, la base concreta de distintas dimensiones de la vida humana: arraigo, protección, seguridad, intimidad, realización y fundamentalmente, convivencia.

“Es en el interior de la vivienda donde se reproducen, (…) diferentes formas de comunicación y de integración, tales como (…) las acciones de dormir, de comer, de uso y acomodo de los muebles, de comportamiento y de supervivencia. Así como la reproducción de la tradición oral en diversos aspectos de la vida cotidiana, desde los relatos, que favorecen el sentido de pertenencia, hasta los dominios del sentido común y las nociones prácticas en numerosos ámbitos de la vida.» (3)

El acceso a la vivienda propia tiene un sentido simbólico importante: es una condición básica para asentar el sentido de seguridad de los individuos e incide en los aspectos personales y familiares, generando una visión de futuro y una idea de trascendencia.

Al decir vivienda, no nos referimos únicamente a la unidad física individual, sino el emplazamiento del lote, al medio ambiente y la cercanía a los servicios, al conjunto de servicios habitacionales, el régimen de tenencia, el equipamiento interno, la superficie, la localización geográfica del terreno en relación a los medios de transporte y necesarios: instituciones de educación, salud, recreación, etc. (4)

 De esta forma, se amplía la mirada al barrio y la comunidad.

Existen vinculaciones que se establecen entre un territorio y la población que lo habita, entre formas de relación y organización social y el soporte espacial donde éstas se desarrollan. Entendemos que se trata de una relación de mutuo condicionamiento: el espacio urbano y sus características son un condicionante de las relaciones sociales, a la vez que también son producto de éstas: el espacio urbano es socialmente construido. (5)

La comunidad como sujeto de intervención

La idea de comunidad es una construcción que no necesariamente se conserva constante sino que mantiene relación con la forma de intervención en lo social que se realiza en un espacio y momento dado. Cobra importancia de esta forma, como se concibe la pobreza y los problemas que se definen como comunitarios.

Entendiendo la pobreza como un problema de integración social, Germani define a la marginalidad como “la falta de participación de individuos y grupos en aquellas esferas en las que de acuerdo con determinados criterios, les correspondería participar. En términos generales la marginalidad se produce al desaparecer la correspondencia entre el nivel de participación (definido sobre la base del esquema normativo), los recursos materiales y las condiciones personales necesarias para hacer efectiva la participación misma”. (6)

El planteamiento de Germani supera la pobreza como carencia de recursos, ya que si bien la incluye, se trata de una concepción que identifica al problema como de orden mayor. Desde esta postura se resaltará la participación en distintas esferas que constituirán la posibilidad de integración plena y no la referencia principalmente a la esfera económica.  Aparece entonces la pobreza entendida como un problema mutidimensional. (7)

La participación es un proceso mediante el cual los ciudadanos se involucran en forma consciente y voluntaria en todos los procesos que les afectan directa o indirectamente.

Existen distintos niveles de participación. A nuestro entender, la participación debe incidir en la toma de decisiones que le afecten a quien participa e involucren a otros y en el control de la ejecución y mantenimiento en el tiempo de las medidas adoptadas. En un punto, es trascender la esfera individual y familiar en pro de mejorar las condiciones de vida de un entorno más amplio.

Como plantea Bonilla “En el marco de la democracia participativa y protagónica, la participación es una práctica que debe estar presente en todos los procesos de toma de decisiones en los asuntos de interés público”. (8)

Sin embargo, es necesario tener en cuenta que existen diversos obstáculos para la misma. Por un lado, la participación implica confianza y es común encontrar en las comunidades más excluidas un gran nivel de incredulidad y apatía.

Por otro lado, hay que tener claro que la participación necesita tiempo “… para hilar una idea, tiempo para expresarse, tiempo para que unos reafirmen las ideas de los otros, tiempo para convencer, tiempo para concretar una idea en actividades prácticas, tiempo para señalar y resaltar las ideas correctas y esclarecerlas con argumentos”. (9)

 

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